jueves, 13 de diciembre de 2012

Siempres y jamases




Lo "ideal" / Lo que suele ocurrir

Seguro que más de una habrá dicho: “Yo me voy a ocupar de que mis hijos hagan deporte y coman sano, no como pasó en mi casa, que mis hermanos y yo resultamos gordos y vagos porque nadie nos enseñó a cuidarnos.” Pero resulta que cuando llegamos a casa después del trabajo no tenemos tiempo ni energía para hacer una cazuela de vegetales que lleva cuarenta minutos de cocción. Y, encima, como no estuvimos en todo el día con los chicos, no nos vamos a poner a luchar para que se la coman y arruinar el poco rato que pasamos juntos. Mañana, decimos, mañana compenso, y nos convencemos de que los buñuelos de brócoli congelados son un buen sustituto de las verduras frescas, y que la hamburguesa que tiramos directamente del freezer a la plancha es, al fin y al cabo, proteína pura. Todo, por supuesto, regado con medio frasco de ketchup, que es como salsa de tomate natural pero más rica (y la única manera de garantizarnos que los chicos coman algo). Igual, si dejamos a los chicos al cuidado de la abuela, tendremos mucho cuidado en llenarla de recomendaciones, y hasta es probable que nos ofendamos si osa darles golosinas, porque el azúcar los excita, les pudre los dientes y les quita el apetito. 




El imperativo es que hagan deporte: a la nena le gusta el hockey y al varón el básquet  Sería demasiada suerte que en el mismo club se jugaran las dos cosas. No, hockey hay en una punta de la ciudad y básquet en la otra. Al principio, madre y padre se dividen: el papá lleva al nene, la mamá lleva a la nena. Uno a la mañana y otro a la tarde. Vida familiar: cero. Y además: en invierno hace un frío de pelarse y la madre no conoce a nadie y se aburre en el borde de la cancha mientras la nena entrena. Al padre le pasa lo mismo pero con menos frío, porque el básquet se juega adentro. Pero el entrenamiento es justo a la misma hora que su partido de fútbol de solteros contra casados, y se lo pierde. A los dos se les hace cuesta arriba llevarlos a los respectivos partidos cuando juegan de visitantes: seguramente conocerán muchos barrios nuevos, casi todos lejos de casa. 

Las prácticas progresivamente se van espaciando… hasta que por fin llega el feliz domingo en que logran desayunar todos juntos. Los chicos toman el chocolate mirando la tele y Papi y Mami pueden darse el lujo de mirarse a los ojos por encima de las tazas del café, aunque sea por un ratito. 

Empezamos a entender porqué nuestros padres no insistieron mucho con el deporte…




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